martes, 13 de diciembre de 2011

La Habana, un dìa feliz...









Ciertas miradas...



En mi jardìn.




Màrmoles etrnos.








Nuestro José Martí nos sigue indicando el camino desde la albura de la primera estatua que le fue erigida en Cuba. Vivo también, como el Maestro omnipresente, podemos sentir con sano orgullo de cubanía al artista que esculpió ese y otros eternos mármoles monumentales sembrados en la geografía y el corazón de los cubanos.
José Vilalta de Saavedra (1862-1912), habanero educado en el Colegio San Carlos y escultor de vocación revelado en Cienfuegos, se formó y descolló en las italianas academias de Bellas Artes de Ferrara y Florencia. De su ingenio y manos dotadas para crear maravilla, surgieron numerosas obras de arte erigidas en su tierra natal y en otros países. Entre las más notables en Cuba, además del tributo martiano al que debió consagrar sus propios ahorros y pertenencias, se encuentran el conjunto escultórico en la portada del Cementerio de Colón y otros al interior de esa necrópolis.
Autor del primer monumento hecho en Cuba por un artista nativo, el de los ocho estudiantes de medicina fusilados el 27 de noviembre de 1871; también en la capital, los del ingeniero Francisco de Albear y el cirujano urólogo Joaquín Albarrán; en Cienfuegos, el del dominicano general de brigada de nuestro Ejército Libertador, Dionisio Gil de la Rosa; en Sagua La Grande, el del flautista Solís; la estatua de La Libertad, en el Parque de la Independencia de Puerto Padre; el busto de Felipe Poey, en el Instituto de Segunda Enseñanza, entre otros imperecederos trabajos artísticos.

Arte y utilidad.











El secreto de pensar y hacer las cosas bien, que tanta falta nos hace -enfrascados en la actualización de nuestro modelo económico- tiene un exponente destacable, para los nuevos tiempos y modos, en el Centro cultural Antiguos Almacenes de Deposito de San José, convertido por obra y gracia de la buena voluntad y el óptimo empleo de los recursos, en uno de los complejos comerciales más visitados de la ciudad capital.
La restauración de este segmento del puerto habanero permite al visitante deleitarse con la belleza del antiguo edificio, interiormente modernizado, y de la vista marina que lo acompaña. Un lugar ideal -por experiencia propia- para paseos familiares, disfrutar obras de arte, exposiciones, música, agradables espacios para el diálogo, y bellos y funcionales mercados de artesanía artística, donde adquirir un recuerdo, o regalo. Este ingenioso proyecto, convertido en exitosa realidad y que puede resultar inspirador de iniciativas similares en el país -algunas ya puestas en práctica- contribuye a enaltecer la belleza de nuestra Habana de todos los cubanos, y al armónico enriquecimiento espiritual y ambiental de quienes estamos llamados a cuidarla y amarla, cada día más. 

CUIDEMOS NUESTRAS PLAYAS.